domingo, 10 de diciembre de 2023

La nueva chica rubia

Raúl se encontraba en su casa, disfrutando de un tranquilo día en su habitación. Sin previo aviso, la puerta se abrió de par en par, dejando al descubierto la imponente figura del TG de Gran Bruja. Con una sonrisa maliciosa en el rostro, la bruja apuntó su varita hacia Raúl y pronunció un conjuro mágico.

En un abrir y cerrar de ojos, Raúl sintió cómo su cuerpo se estremecía y se transformaba. Su cabello oscuro se volvió rubio y sedoso, sus hombros se estrecharon, su pecho se llenó de voluptuosidad y su piel adquirió una delicada blancura.

La nueva Raquel, ahora una hermosa y vulnerable chica, quedó perpleja ante su nueva apariencia. Su mente se llenó de confusión y excitación a partes iguales. Sin embargo, la bruja no había terminado con ella.

La Gran Bruja TG, queriendo disfrutar de su obra de arte, guió a Raquel hasta el baño de la casa. Allí, la bañera estaba llena de agua tibia y perfumada. La bruja, con una voz seductora, instó a Raquel a sumergirse en el agua y dejarse llevar por el placer de su nuevo cuerpo.

Raquel, sintiéndose irresistible y ansiosa por explorar su nuevo yo, se deslizó en la bañera. El agua acariciaba su piel, haciéndola sentir aún más sensual. Cerrando los ojos, comenzó a acariciar suavemente sus pechos perfectos, mientras sus dedos se deslizaban por su vientre y se adentraban en su entrepierna.

Pero Raquel anhelaba algo más, algo que la llenara por completo. En el borde de la bañera, encontró una selección de consoladores de todos los tamaños y formas imaginables. Sin dudarlo, agarró uno de ellos, sintiendo su textura suave y firme entre sus dedos.

Con movimientos lentos y sensuales, Raquel deslizó el consolador por su cuerpo, acariciando cada centímetro de su piel. Luego, lo guió hacia su intimidad, sintiendo cómo se abría paso en su interior, llenándola de placer y satisfacción.

Sus gemidos de éxtasis resonaban en el baño, mezclándose con el sonido del agua y el aroma a fragancia erótica. Sin inhibiciones ni restricciones, Raquel exploró cada rincón de su ser, llevándose al borde del orgasmo una y otra vez.

La Gran Bruja, observando desde la distancia, se deleitaba con el espectáculo. Raquel se había convertido en su juguete del deseo, en una marioneta de autoplacer que la bruja había creado para su propio deleite. La excitación y el éxtasis llenaron el baño, sin límites ni tabúes.



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