Sin embargo, en lugar de sentirse
preocupada o asustada, la nueva Raúl experimenta una oleada de deseos intensos.
Un ardiente deseo de autoexploración y placer se apodera de ella.
Sin perder un segundo, Raúl se adentra
en cada habitación de la casa, aprovechando su nueva forma femenina. Siente una
excitante electricidad recorrer su cuerpo mientras se masturba en cada rincón.
En el lavadero, la vibración de la lavadora se convierte en su aliada,
llevándola al máximo de su excitación.
Sobre la lavadora, Raúl se sienta y se
deja llevar por las vibraciones intensas que la hacen gemir de placer. Sus
dedos hábiles acarician su clítoris, mientras su mente se llena de fantasías
eróticas y sus gemidos llenan la habitación.
La brujería ha despertado en Raúl un
apetito sexual insaciable. La nueva mujer no puede resistirse a la tentación de
explorar cada esquina de su cuerpo, entregándose a los placeres más íntimos y
profundos que antes desconocía.
El hechizo de la bruja ha desatado en
Raúl una sensualidad salvaje y una pasión desenfrenada. No hay lugar en la casa
que no haya sido testigo de sus orgasmos explosivos y sus gemidos llenos de
éxtasis.
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